jueves, 19 de abril de 2018

El Psicoanálisis de las olas

  
Nuestra manera de hacer las cosas proporciona información muy valiosa de cómo somos. Información que reciben los demás y también, para qué negarlo, uno mismo.
   De esta forma, no resulta extraño escuchar que se puede saber cómo es alguien por verle cómo se desenvuelve al volante o por cómo se comporta con su perro, etc.  Nuestro surfing o nuestra forma de desenvolvernos en el agua también dice mucho de nosotros mismos, a los demás y por supuesto a nosotros, si es que queremos verlo. Además ver  cómo nos desenvolvemos en el agua también puede ayudarnos a entender mejor cómo nos desenvolvemos en la vida.
 Desde un punto de vista puramente relacionado con el surfing, es bastante habitual encontrarse, en el agua, con un sujeto que únicamente rema  las olas que tiene la total y absoluta certeza que van a abrirle  y le van a permitir deslizarse por su pared una cantidad elevada de metros. Generalmente, este comportamiento selectivo suele ser interpretado por el sujeto que lo practica como una especie de virtud o de don de la elección. Algo que, en algún caso, puede ser cierto, pero que otras veces esconde un patrón de la personalidad que quiere controlarlo todo, y cuando digo todo, englobo hasta algo tan incontrolable y fuera de nuestro alcance como una ola del  océano.  
   Si encajamos en este perfil de surfista selectivo, en nosotros radica el discernimiento de si lo somos por un don de la premonición o si, por el contrario, lo somos porque tendemos a acomodarnos en lo conocido y evitamos las situaciones nuevas, poco conocidas y por tanto impredecibles.
 
 Mientras aprendemos a descubrir el verdadero motivo que nos empuja a asumir tan pocos riesgos, veremos como los baños se caracterizan  por el número anormalmente elevado de olas que dejamos pasar y por la sensación de que los minutos y las horas se nos pasan esperando esa ola que no acaba de llegar nunca.
   Muchas veces, en la vida, ponemos en práctica la táctica un tanto conservadora de este tipo de surfistas y no nos atrevemos a iniciar una aventura, afrontar un reto o hacer algo distinto porque no tenemos una garantía y seguridad elevadas, por no decir totales,  de que nuestra empresa vaya a resultar exitosa (como si existiesen las olas o las oportunidades que vienen con el éxito garantizado y si no, te devuelven el dinero). Como el surfista en el agua, sólo emprendemos aquello que conocemos de antemano que nos va a permitir deslizarnos durante decenas de metros y en lo que no sufriremos caídas.  Dejamos pasar las oportunidades,  como las olas,  una detrás de la otra, por no verlas claras y sólo nos atrevemos con aquellas que sabemos resultaremos victoriosos.  Sólo hacemos aquello que conocemos y nos resulta familiar. Al final si nos damos cuenta siempre hacemos y pillamos las mismas cosas/olas.  
 
  Verdaderamente,  ésta es una fórmula maestra para no sufrir los tan temibles wipe outs,  pero también es el camino más directo para llegar al estancamiento prematuro, a la autolimitación más absoluta y a tocar techo a las primeras de cambio. Al inmovilismo, en definitiva.  También es el secreto para matar el encanto de todo,  hasta de  lo más maravilloso, el surfing incluido.
  La única forma de crecer y evolucionar como surfistas y personas es probando olas/playas desconocidas con resultados inciertos. Esto es lo que llamamos asumir retos.  Si solo nos enfrentásemos a olas conocidas y facilonas que sabemos de buenas a primeras que van a abrir y que nos van a dejar deslizarnos decenas de metros, jamás evolucionaríamos por la sencilla razón de que no nos pondríamos nunca a prueba. Nos guste o no, lo que nos hace avanzar en la vida es enfrentarnos a situaciones desconocidas y nuevas, o dicho de otra forma, a olas que antes de remarlas no tenemos la total y absoluta certeza de si nos van a dejar deslizarnos o no unas decenas de metros. Olas o situaciones que por su dificultad nos pondrán a prueba. Unas veces las superaremos; y otras, no; pero debemos aprender a ver éstas últimas como parte del aprendizaje y no como un fracaso. Como dice el lema: unas veces se gana y otras, se aprende.
 
  No se trata de pasar de surfear olas de medio metro a meterse en Mavericks, Jaws o Teahupoo un día gordo. Por desgracia, lemas hoy tan populares como ‘nada es imposible’, ‘hazlo’ o ‘no limits’ causantes de tantos sustos o  disgustos no son ciertos y sólo sirven para vender más zapatillas o bebidas energéticas. Los límites existen, pero se trata de ir descubriendo los propios, EXPLORARLOS y no quedarnos estancados, ofuscados y frustrados a las primeras de cambio asumiendo situaciones archiconocidas que no nos suponen el menor reto y cuya consecución no nos va a proporcionar ni satisfacción ni sentimiento de orgullo hacia uno mismo; por miedo a situaciones nuevas. No hay que extralimitarse, pero tampoco limitarse. Estamos hablando de asumir retos de forma gradual, escalonada y juiciosa.
 Puede existir cierto paralelismo entre el conocimiento de nuestros propios límites y la forma en la que los seres humanos fueron definiendo los mapas de este mundo.  Podemos llegar a la conclusión total y absoluta de que hemos llegado al final y, de repente, descubrir que hay algo más allá de lo que llamábamos nuestro Finisterre. Nuestros límites pueden fijarse, pero también reescribirse.
  Haciendo siempre lo mismo, surfeando los mismos tipos de olas, la misma playa y las mismas condiciones ni crece tu surf ni creces como surfista. Haciendo siempre las mismas cosas y evitando enfrentarte a situaciones desconocidas en tu vida, te estancas como persona.
 

2 comentarios:

  1. Me ha encantado por lúcido, reflexivo y revelador. Felicidades!

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  2. Muy bueno el artículo!

    Yo, creo que soy del primer tipo, de los que cada vez corre menos riesgos. Creo que va con la edad.

    Un saludo,

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