domingo, 28 de agosto de 2016

Entrena tu ilusión



El surfing es un deporte en el que nadie quiere ser visto como un novato. Sólo así se entiende que, sin saber apenas hacer un take off, ya dominemos toda la jerga al uso, tecnicismos y anglicismos incluidos. ¿Y qué decir de las tablas? Nadie quiere levantar sospechas en el pico, en la orilla o directamente en el parking, portando una tabla que por longitud, formas y volumen provoque que le identifiquen con un ‘espumilla’. Los evolutivos y malibús están proscritos.
 Yo, en este sentido, voy a contracorriente y a mi ritmo; porque, en esta carrera frenética en busca del control y del dominio, cuyo pistoletazo de salida se da casi desde el mismo momento que salimos del taller con nuestra primera tabla debajo del brazo, el surfista corre el serio peligro de perderse cosas muy importantes por el camino.
Para poder dar respuesta a la pregunta de qué es eso tan importante que nos estamos perdiendo, por nuestra búsqueda desesperada de dominar la técnica y ser unos pros a ojos de los demás, no tenemos más que echar un vistazo en la playa o vernos a nosotros mismos delante de un espejo. Ahora que las series de muertos vivientes están tan de moda, tal vez deberíamos acuñar el término de ‘surfing dead’ para referirnos a esos sujetos que habitan los line up y que se caracterizan por sus nulas capacidades de interacción con los demás o manifestación de emociones positivas dentro del agua. Lo que sea que evidencie un mínimo de vida emocional interior sana. Quién no ha visto, o incluso puede identificarse, con esa gente que, tras cascarse una ola de la leche, en lugar de  regresar al pico con una sonrisa de oreja a oreja, ha vuelto con una cara de  mala leche que hace que yo hasta muchas veces me haya preguntado si no acabará de ver a su novia paseando por la orilla de la mano de otro hombre. O ese perfil de surfista ludópata cuyo automatismo es ya tan acusado, que no le permite siquiera saborear dos décimas de segundo la ola que acaba de coger, pues mecánicamente va en busca de otra y otra y otra. Experimentando un grado de alienación más propio de una cadena de producción del siglo XIX.

El tiempo y la experiencia nos acaban dando técnica (en unos casos, más que en otros), pero también nos arrebata de forma imperceptible otras cosas, quizá menos intangibles, como nuestra ilusión y entusiasmo. De ahí que muchos de nosotros, entre los que me encuentro, sintamos, aunque no nos atrevamos a decirlo públicamente, que nunca hemos vuelto a experimentar esa alegría interior que nos generó pillar nuestra primera ola. Porque desde entonces hemos pillado olas mucho mayores, más largas en longitud y duración, visitado lugares exóticos y paradisíacos, pero nada puede igualar la sensación que nos generó nuestra primera ola fugaz en nuestra playa de toda la vida. 

Hoy en día hay un auténtico boom de libros, DVD´s sobre técnica, pero el entusiasmo y la motivación también pueden o mejor dicho deben ser trabajados por los surfistas. ¿Dónde podemos aprender a hacerlo? Me temo que la respuesta no va a gustarle a la mayoría de los surfistas locales. Los que más tienen que enseñarnos son los que menos saben de técnica. En esta vida, de todo el mundo podemos aprender algo y los surfistas novatos no son una excepción. En sus caras de alegría, en su entusiasmo por pillar olas que nosotros ya no valoramos, podemos descubrirnos a nosotros mismos hace años. Surfistas inocentes, sanos y puros, libres de engreimientos y recelos de los que, si no tenemos cuidado, nos acaba dotando la experiencia.
Los recién llegados también tienen que aprender algo. Cuidar su entusiasmo y motivación, disfrutando de cada fase en su vida como surfistas, viviendo el momento sin prisas por llegar a ningún lado; pues de lo contrario corren el serio peligro de convertirse en unos surfing deads, alguien que domina mucho la técnica pero carece por completo de ilusión.
Trabajar para mantener la ilusión intacta, como la del primer día, todos los días de nuestra vida. Trabajar para recuperarla si la hemos perdido.  Yo estoy en ello.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Roberto Sánchez ‘Lulen’, El shaper errante (Ahau Surfboards)

En ocasiones, realizas una entrevista y te olvidas  de ella en el momento justo que la envías al medio que la va a publicar. Otras veces las palabras del entrevistado remueven algo en tu conciencia o te hacen pensar y te acompañan durante mucho tiempo. Esto último me pasó entrevistado al shaper Roberto Sánchez 'Lulen'. Recuerdo que iba a su taller con la idea de adquirir una tabla. Por circunstancias de la vida, las características de esta nueva tabla debían estar supeditadas al espacio del coche, o mejor dicho, al poco espacio que quedaba para una tabla de surf tras meter todo lo que tenía que meter.
Roberto Sánchez, durante un descanso en su taller.

En medio de la entrevista, Lulen, ajeno por completo a mis carencias de espacio y a mis motivos extrasurfísticos a la hora de decantarme por una tabla, me brindó esta frase:
"Un surfista es el repertorio de maniobras que tiene, la profundidad del surfing que tiene o no tiene... Su quiver... Si tú juegas al golf, necesitas al menos ocho palos; si no, no puedes... Sí puedes, pero entonces ni es golf ni es surfing. Si tú quieres practicar surfing vas a necesitar tablas para olas con masa de agua, para olas de fondo de arena, para reef, para un metro, dos, cinco, para días que estoy contento, para días que estoy triste y tengo una lesión. Yo tengo 20 tablas operativas, me gustaría tener 10 más. De esas veinte, uso dos o tres el 80% de mi surfing, pero necesito esas otras para completar mi surfing. ¿Hablamos de surfing o hablamos de que yo solo hago esto? (pone sus dedos pulgar e índice marcando una medida ínfima). De esta actividad solo desarrollo una parte. También es una realidad. Es algo que respeto y que con mis palabras no intento ni mucho menos desprestigiar. Hay gente que sólo se mete en verano y con chaquetilla; pero claro, dime qué tienes en tu quiver y te diré qué tipo de surfer eres. Yo hablo de gente comprometida, qué tiene el máximo número de tablas, discute con su mujer por ello, por madrugar e ir a la playa. Tiene el veneno dentro y se juega muchas cosas cada vez que se mete en el agua.
 A cada uno, estas palabras le suscitarán un tipo de opinión. Habrá quien sienta su ego surfero atacado y se pondrá a la defensiva diciendo que no tiene dinero para comprarse 30 tablas... No creo que el trasfondo de esta frase sea una cuestión económica; pero para mí la reflexión está clara e invita a la autocrítica. ¿En qué clase de surfista me he convertido que supedito la dimensión de una tabla al espacio que queda libre en mi coche?  ¿Qué queda de aquel surfista que supeditaba su tabla al tipo de surfing que aspiraba a hacer, o a las olas que le gustaban? Indudablemente, con 15 o 16 años, sentí el fuerte picotazo del bicho del que habla Lulen, pero los derroteros por los que me ha conducido la vida, ha hecho que de forma imperceptible y gradual aquello que en su día era tan importante, ahora sea algo más bien secundario, por no decir anecdótico. 
 A lo largo de la entrevista, Lulen regala otras perlas que se pueden leer en stafmagazine...
http://stafmagazine.com/features/roberto-sanchez-lulen/